domingo, 6 de marzo de 2011

Breve historia del hotel de los disparates



Breve historia del Hotel de los disparates.
Autor: César García Cimadevilla



MUY BREVE HISTORIA DEL HOTEL DE LOS DISPARATES

Un hotel puede no ser nada más que un gélido negocio para mafias sin escrúpulos, diseñado por Martín, director de marketing, pongamos por caso (es posible que hasta interviniera en su diseño, tendré que investigarlo) o por el contrario un hogar para el caminante cansado y la mayor parte de las veces descarriado, donde además de una ducha y una sustanciosa sopa caliente especialidad de Iñaki Lizorno, nuestro cocinero, reciba el trato más cálido y cariñoso que uno pueda imaginarse.

Antes de la llegada de un grupo de ovejitas descarriadas, nuestros personajes, el hotel era ese frío negocio que acabo de resumir en dos frases gélidas. Bajo la odorífera férula del Sr. Pestolazzi este magnífico edificio fue condecorado con seis estrellas y un sol por la Guía Turística Internacional (G.T.I.) y recomendado como el mejor lugar para el reposo del guerrero –con la Visa oro entre los dientes- hasta que el pastor Destino condujo a sus ovejitas por intrincados caminos que desembocaron ante la puerta giratoria del hotel.

Sin pretenderlo, por la propia inercia de su carácter, estos personajes pondrían todo patas arriba, incluido al Sr. Pestolazzi, que desde entonces no pudo levantar cabeza, por miedo a encontrarse con alguno de estos dudosos ejemplares. Cuando Olegario Brunelli, el humorista number one, llegó al hotel ya estaba allí instalada la señorita Filo, con la que se dio de morros en el vestíbulo, al salir disparado de la puerta giratoria. Ambos perdieron sus pertenencias más preciadas: el peluquín el primero y la famosa dentadura de Filo, en oro y diamantes, pero en su busca encontraron tesoros más preciados, tales como Don Irre, un seductor Mañara, un Bradomín frustrado, un aspirante a D. Juan como quien aspira al título de los pesos walters, pongamos por caso, por puro dandismo. Hasta allí se acercó como espectadora Matilde Matildé, con su cajita de pildoritas para toda clase de desgracias y dolores del cuerpo y el alma. En la caída todos se hicieron un nudo que luego desanudaron en una cena de reconciliación, excepto Brunelli, que tímido y cansado, se refugió en su cuarto, como en una fortaleza medieval.

El personal de este hotel es peculiar -¿dónde no lo es?-, sin embargo si se lo proponen resultan especialmente simpáticos y acogedores. Aloxius Alpedrete, el maitre del restaurante, sabe de todo lo que hay que saber para aconsejarle una exquisita comida, regada con los mejores vinos del mundo. El Sr. Olmos, jefe de camareros, tiene sus manías, como cualquier persona que se precie, pero es eficiente como el que más. Iñaki Lizorno desde su grandiosa y moderna cocina, ayudado por un par de docenitas de pinches y ayudantes, es el emperador de la buena mesa.

Y así podríamos seguir si el tiempo no se nos echara encima, empujando descaradamente. Decir que el congreso de humoristas quedó en agua de borrajas, que el museo del hotel –niña de los ojos de Pestolazzi- está manga por hombro. Que la piscina sufrió daños tras el remojón de nuestros personajes, perseguidos por el detective Hasta de Toro, empuñando un rifle o una magnum 45 (no lo recuerdo muy bien). Que la noche de fantasmas y tormenta terrorífica no se ha vuelto a repetir; que la noche en que condujeron a Brunelli, sobre su cama rodante, hasta el casino no se remató adecuadamente, y...y... Y me olvidaba de la simpática Nina (que está como un tren de alta velocidad y ella lo sabe y se aprovecha de sus cualidades) y que un día, mejor dicho una noche, apareció por el hotel como salida del mejor cabarete del mundo, seduciendo a todo macho que se pusiera en su camino y con intenciones ocultas que nunca pudieron ser desveladas. En este momento no se sabe si se encuentra huida tras resultar sospechosa del asesinato de un fiambre (puede que fuera fiambre antes del asesinato o después, eso no se dilucidó). Lo mismo que Brunelli, aunque éste se encuentra en estos momentos en su habitación habitual, roncando como un bendito.

¿Qué fue del resto de personajes?. Eso lo sabremos en esta nueva etapa que comenzamos ya, en este momento. Pero no me resisto a rendir homenaje a tantos huéspedes del famoso hotel que pasaron como de puntillas y tras una discreta intervención se marcharon, bien por miedo al desbarajuste organizado por nuestros personajes, bien porque lo único que necesitaban era descansar una noche del polvo del camino o tal vez porque allí había demasiado ruido y ellos buscaban otra cosa, la paz y el silencio que nunca encontrarían en un lugar de caos y despropósitos. ¿Qué nos deparará la nueva temporada hotelera?. Eso nadie lo sabe... o tal vez solo el gran profeta Milarepa tuviera algo que decir. Se lo preguntaremos porque creo que está de camino y deseoso de alojarse en el hotel.

Antes de cerrar esta crónica, un saludo a todos. Sean bienvenidos y recuerden que quien ríe el último ríe mejor y más fuerte.
©Slictik

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