2006-05-28
06:58:08
BRUNELLI, EN
MANGAS DE CAMISA, ACOMPAÑA A RADAMANTE
Brunelli, en plan romano (aquí se dice cuando andas en camisa y hace un frío
que pela) acompaña a Radamante. Lleva un sombrero sobre el peluquín, gafas de
sol y pantalones cortos. Radamante le había enseñado una fotografía suya donde
aparece más bien abrigadito y con cara de frío. Pero Brunelli, con su capa de
grasa de foca, no teme a nada.
Cuando se enteró que Port Stanley estaba en las Malvinas casi le da un pasmo.
Claro, las Malvinas, eso sí que me sonaba, pero por no saber no sabía ni que la
capital fuera Port Stanley (imagino que por el aventurero-descubridor).
El sr. Radamante, perfecto anfitrión, le explica todo con pelos y señales y
Brunelli escucha reverente. Incluso dan una vuelta por las islas en helicóptero
y desembarcan un rato para respirar. A Brunelli le queda la piel de gallina y
la cara curtida por la fría brisa marina. Pero mereció la pena el paseito.
Toca embarque y luego cena de gala con las señoras que Brunelli conoce tan bien
y Hassan y otros personajes que pronto conocerá.
-Por cierto Sr. Radamante, su receta contra la resaca... mano de santo.
Olegario Brunelli, humorista -
2006-05-28 07:05:11
El Doctor Sun,
sin cabeza, participa en una representación de Catulli Carmine, dirigida por el
Sr. Radamante
El doctor Sun, del que todos en el hotel huyen, sigue creyéndose sin cabeza y
pone sus manos sobre los hombros para que no se le muevan mucho. Repite una y
otra vez su máxima favorita LA CALMA ES MI FORTALEZA Y LA EMPATÍA LO QUE ME
HACE HUMANO.
Como cree no tener cabeza tampoco puede ver, no es de extrañar que termine en
el Teatro Mágico donde podría haber visto a Jean y a la señorita Mia, de haber
tenido ojos.
Allí el Sr. Radamante le hace participar en la representación y el doctor Sun,
como hipnotizado y sonambúlico, danza "Carpe diem" con música de
Orff.
La versión es tan preciosista y resulta tan apoteósica que hasta Brunelli asoma
la cabeza desde la pantalla de Millenium para deleitarse.
¡Mamma mía! ¡Con lo que me gusta esta música!
El Doctor Carlo Sun,-100
13 de Marzo, de 2006.
A la hora convenida 20:30, llegan Olegario Brunelli, Jean Pierre Lacoitture, y Radamante disfrazado de Emir, al restaurant en el segundo piso (Piso 5 del barco). Nuestra mesa está situada justo al lado de los músicos: (piano, cello, violin y guitarra). Nos reciben nuestro mozo de mesa HASSAN, un árabe vestido de smoking, de negra caballera peinado a la gomina, barba recién rasurada, con unos dientes de perlas y unos labios carnosos que dejaban mostrar su mejor sonrisa que se le salía por los ojos; y su ayudante de mesa un negro Hondureño de dos metros de altura,llamado Alonso, que afortunadamante hablaba perfecto español. Acomodados en nuestros sitios, Hassan, en el mejor inglés que puede e inclusive en español, nos trata de explicar el contenido de la carta. Elegido el aperitivo, una copa consistente en grissines, verduras, apio, zanahorias, y varias salsas, llega la sommelier, una chica de Lituania que sabía tanto de vinos, como de amores....pero sólo hablabla inglés.
Pedí mi favorito: el Cabernet Sauvignon Export de Santa Carolina, de Chile.
Olegario Brunelli, lucía espléndido: con traje azul piedra, camisa blanca plizada, cuello de paloma y corbata de humita negra con puntitos celestes y faja de seda negra.
Jean Pierre con traje Principe de Gales, camisa ploma y corbata de humita negra.
Radamante, olímpico, como ya se dijo, con su traje de Emir, hace de relacionador público, y le presenta a Olegario, a las damas inglesas de la mesa de al lado.
- Good evening ladies - dice Olegario.
- A pleasure to meet you sir. It's an honor for us to have such kind gentlemen as table neighbors. But please, don't worry about us, enjoy your dinner.
- And, where are you from?
- Yorkshire, England.
- Bon apettit.
Y llenos de júbilo para tan esplénida cena, entre plato y plato, aplaudimos a los músicos que tocaron casi impercetiblemente, el "Air" de la suite de Bach, la Danza de Anitra de Grieg, "What will you do the rest of your life" de Cole Porter, La Barcarola de Los Cuentos de Hoffman, La Suite de Carmen....
Alonso nos retira los platos y nos ofrece toda clase de salsas.
Llegado el momento de los postres HASSAN, nos trae el carro de muestras....
Jean Pierre y Olegario eligen el suyo.
- And what are YOU going to have? - Me pregunta HASSAN....
Y yo le contesto con la mejor de mis sonrisas: YOU!.....
Hassan se pone de todos colores, y desaparece de la escena....
Terminada la cena, Olegario se toma el café con las damas inglesas...
Supongo que se fueron al Teatro a ver el espectáculo de Brodway....
Yo me fui a la Disco del noveno piso, y Jean Pierre al camarote.
Mañana amanecemos en USHAIA!.
Radamante
2006-06-02 11:56:46
Hola??... hay alguien??
Datinubia-1004
2006-06-04 09:09:11
Brunelli cuenta
su versión de la cena de gala
Pero antes comentar que una señora sin perfil se asomó a la gran pantalla donde
se proyecta la película Millenium y pregunta si hay alguien.
Brunelli asoma la cabeza hacia el Teatro Mágico y responde:
-Sí, aquí estamos, dentro de la película. Si usted quiere puedo jalarla dentro.
Se pone usted el traje de gala y nos acompaña. Si prefiere quedarse en el
Teatro disfrute de la ópera dirigida por el Sr. Radamante o de conciertos y
representaciones teatrales. Está usted en su casa.
En cuanto a la versión del Sr. Radamante es muy discreta y halagadora para
Brunelli, como siempre. En realidad Brunelli tuvo que descartar el frac de sus
"sous" porque estaba hecho una guarraria de la última cena de gala a
la que asistió.
Brunelli es un desastre en las cenas de gala. Lo que a él le gusta es comer
mucho y bien y sin etiquetas de ningún tipo. Que quiero tomar una gambita con
las manos pues la tomo y un muslo de pollo, pues también, y la langosta, pues
no hay de qué avergonzarse y si quiero mojo la salsa y si se me llenan los
carrillos de tanta comida tomada sin etiqueta, pues vale.
Así tiene el sus trajes y sus fracs y smoking y toda su ropa. Un asco, un auténtico
asco. Menos mal que el Sr. Radamante le llevó a la sastrería de a bordo, donde
le hicieron ese traje azul piedra tan bonito del que él habla. Y lo pagó con su
tarjeta, que Brunelli va a terminar por avergonzarse, a pesar de que su rostro
para estos percances es muy ancho y muy duro.
En cuanto al vino chileno exquisito. En cuanto a los grissines Brunelli ni
torta, nunca había oído esa palabra. En cuanto al apio y las verduras y las
salsitas todo muy bien, pero Brunelli necesita algo sólido y pide carne
argentina a la parrilla, churrasco o como se diga o chuletón y costillitas y...
Brunelli comió con tal apetito y tal falta de etiqueta que Radamante tuvo que
calmar a Jean para que no le partiera la cara por grosero.
Eso sí, la música maravillosa. Hasta Brunelli se olvidó de comer algunos
minutos, embelesado como estaba. Que si los postres, que si el cafetito y un
mate para Brunelli, que ansía probarlo y luego las presentaciones a las damas.
Pero el Sr. Radamante no ha caido en que Brunelli ni torta de inglés y si se
marcha el intérprete, por señas, como el mudo de los hermanos Marx. Menos mal
que Brunelli lleva siempre colgado del cuello un regalo del profesor
Cabezaprivilegiada. El intérprete universal y galáctico es un pequeño disco que
se lleva al cuello como una medalla y que traduce cualquier idioma.
Por eso Brunelli puede hablar con las damas. Y por eso puede soplar eso de:
-Gud ivining leidies.
Porque se lo ha soplado su traductor universal. Y por eso puede acompañar a las
damas al teatro y preguntar:
-¿Kissesss for mi?.
Luego se hace el loco, como si no hablara ni entendiera el inglés. Y así es,
porque el traductor universal se atasca cuando quiere.
Y terminan la noche viendo una comedia musical y Brunelli tomando a las damas
de Yorsire a una de cada mano y más feliz que un ocho sentado.
¿Cómo terminó la noche? Ji,ji. Nadie lo sabe. Ni las propias damas de Yorsire a
las que Brunelli emborrachó luego con muy malas artes.
No obstante Brunelli tuvo tiempo de sacar otra vez la cabeza de la pantalla y
decirle a Datinubia.
-¿Quiere que la jale ?
Olegario Brunelli, humorista -
2006-06-05 23:41:57
Radamante le cuenta a Brunelli, la impresión de otros pasajeros del cruisse
del "MILLENIUM"
No tengo idea, que diablos se fue a hacer Brunelli, con las damas de Yorkshire,
que le presenté durante la cena de gala... pero como eran Madre e Hija, supongo
se lo habrán dividido equitativamente.....
Harta vergüenza me produjo don Olegario, comiéndose las gambas al ajillo con
las manos, sin usar las tenazas, pero en fin.. se chorreó toda la camisa (US$
40) con aceite de oliva....
Pero he aqui lo que relatan otros pasajeros a bordo del MILLENNIUM desde
Valparaiso a a Arica (Chile):
A bordo del Millennium, las cosas se viven a otro ritmo. Los días
parecen tener más horas, los quehaceres llegan cada mañana convertidos en un
programa de actividades que te arrojan por debajo de la puerta, y la mayor
preocupación es elegir qué hacer. Así es la vida... A bordo de un crucero,
desde luego.
Valparaíso se pierde de vista mucho antes de que el Millennium, el crucero que
será nuestro hotel durante tres noches, siquiera prenda los motores. Hace
apenas un rato, desde el deck 10 podías ver la iluminada silueta nocturna del
puerto, pero ahora una neblina cada vez más espesa se lo ha tragado todo.
Imagina esta escena como un resumen de lo que será esta breve travesía en uno
de los barcos más nuevos y lujosos de Celebrity Cruises: vamos de Valparaíso a
Arica en tres noches, sin escalas ni tierra a la vista. Dicho de otro modo, es
como si el mundo exterior desapareciera y todo lo que necesites para
entretenerte o distraerte en los próximos días lo encontraras de este lado de
las barandas del Millennium.
Claro, cuando estás a bordo de un barco como éste, eso no es problema. Se
supone que todo lo que se te ocurra, y otras cosas que ni sospechas, está
disponible en el laberinto de ascensores, pasillos, cartelitos y escaleras que
es este barco de once cubiertas, capaz de acarrear más de dos mil personas.
Toma un rato acostumbrarse al lugar y es en eso precisamente, en ubicarte, que
te pasas buena parte del primer día a bordo.
O sea, mientras los otros pasajeros embarcados en alguna escala previa (este
crucero partió en Buenos Aires) gastan las horas jadeando por las calles de
Valparaíso o en los tures que mezclan Santiago+vinos, uno cumple con el tedioso
trámite de registro, prueba la champaña de bienvenida, hojea el imprescindible
mini-mapa del barco que entregan junto con las "llaves" magnéticas -
que además sirven de tarjeta para pagar a bordo- y se larga a su camarote.
Reconocida la habitación, ya puedes empezar a enterarte de ciertas cosas. Como
que cada noche arrojan un informativo bajo la puerta, con todo lo que pasa en
el barco y el detalle del programa de actividades. El de hoy por ejemplo ofrece
una degustación de martinis en el deck 5, unos mojitos en la "fiesta de
bienvenida a bordo" del deck 11, una demostración de los cariñitos que
puedes hacerte más tarde en el spa, o una práctica en el moderno simulador de
golf.
Interiorizado ya sobre la agenda, también te informas sobre horarios de
restaurantes, ventas especiales en el duty free y códigos de vestimenta, que ya
no se siguen con el odioso rigor social del pasado, pero que debieras tener en
cuenta. Al menos a la hora de la cena en algunos restoranes. Para días
"casuales", la norma es camisa y pantalón sport;
"informales", chaqueta y, si quiere, corbata; "formales",
frac o traje oscuro. Y antes de que empieces a inquietarte, el mentado
informativo indica qué corresponde a cada noche.
Así las cosas, siempre hay opciones. Al menos el Casual Dinning Boulevard y el
Ocean Cafe son relajados. Por el contrario, en el amplio Metropolitan y
especialmente en el Olympic (que exige reservación previa y cobra un cargo
adicional), la cosa es elegante todo el tiempo.
Terminadas las presentaciones, sólo queda recorrer el lugar. A propósito, lleva
zapatos cómodos. Para que te hagas una idea, en el deck 11 hay un sendero de
trote que rodea toda la cubierta: tres vueltas equivalen a un kilómetro. Y
bueno, hay varias razones para sumar kilómetros. Si es de noche, ahí mismo está
el bar-discoteca Cosmos, y cinco niveles más abajo, el amplio teatro Celebrity,
con escenario y juego de luces que harían llorar de envidia a varios recintos
santiaguinos; el deck 3, en el otro lado del barco, tiene la sala de cine, y a
medio camino de todo hay bares, tiendas, casino... O sea, harto. Claro que esta
noche, todo ese despliegue parece un gran exceso. Pasa de las doce y abundan
las mesas vacías en todos lados.
Buen desayuno. Buena vista. Mal clima. O sea, ni tan malo. Está algo frío, el
cielo es gris y oscuro, hay un poco de llovizna, y nadie se anima con la
piscina y los jacuzzis al aire libre; en cambio, los que están bajo techo -
igual que el spa y el gimnasio- están llenos.
En estas circunstancias, uno elige. Muchos pasajeros simplemente pasean,
conversan con tipos que hace poco eran desconocidos, juegan con sus vasos
whiskeros en el bar, se preparan un café, o van por uno de esos buenos conos de
helado que se ofrecen casi todo el día en el sector del Ocean.
Un vistazo al programa de hoy: masajes al lado de la piscina a las 9 de la
mañana; clases gratuitas de golf y de vals a las 10; degustación de vinos a las
14.30; bingo para ganarse una suite a las 15.45... Pero instalarse a leer con
vista al mar (perdón por lo arbitrario del juicio) no tiene comparación: hay
muchos sitios en el barco, pero la recomendación es buscar alguno de los
pequeños sillones rojos frente a la recepción, en el deck 3, que permiten estar
a pocos metros del mar y a muchos de los sectores más ruidosos (es un decir).
Se vagabundea harto en el Millenium. Cuando te cansas de leer, caminas en busca
de lo que sea. Unos dólares en el casino, esperando que las campanitas ahora
repiquen por ti. O un puro en el Ocean Cafe Bar.
La mayoría de los pasajeros de este barco, como es usual en los de Celebrity,
es gente mayor. "Gringos jubilados", y otros más sibaritas que el
RADAMANTE, piensas de buenas a primeras, repitiendo el lugar común. "Con
buena billetera", tienes que agregar luego. Todo eso explica, seguramente,
las muy concurridas cenas elegantes (para la noche formal se agotan los fracs
que se arriendan en el barco, aunque es evidente que muchos pasajeros tienen
los propios), y los poco exitosos trasnoches en la discoteca.
Dicen algunos tripulantes que es distinto cuando tocan los cruceros por el
Caribe. Más animado.
El panorama es el siguiente. La cena la preside el capitán en el restaurante
Metropolitan, uno de los dos más exclusivos a bordo (el otro, ya lo dijimos, es
el Olimpic), y las decenas de mesas de este elegante salón de dos pisos se
repletan de humitas, chaquetas de solapa satinada (o ternos oscuros, la
alternativa), vestidos largos y joyas. También hay música en vivo, un menú de
esos con nombres imposibles de retener, y conversación relajada. Postre, café,
levantamiento generalizado, pausa en el bar, cigarros, y el grueso de la tropa
de "pingüinos" parte al otro extremo del barco, al teatro Celebrity,
donde el capitán recibe a los pasajeros, se fotografía con ellos y luego todos
se instalan a ver el espectáculo de esta noche: un recorrido bien sui generis, que
incluye el soundtrack casi completo de "Priscilla, la reina del
desierto", logrados momentos de blues y soul, y otros lamentables de
ritmos "hispanos", ese raro concepto con el que los gringos abarcan
casi todo lo que hay entre Miami y Brasil.
Un par de whiskys más tarde, sales a la cubierta y el viento suavemente tibio
te recuerda que vas rumbo norte.
La rutina se repite. De eso se trata un poco éste y prácticamente todos los
cruceros del mundo: viajar cómodamente, como en un elegante hotel que flota, sin
grandes sobresaltos, sorpresas ni cambios más trascendentales que despertar y
que haya un día más luminoso que justifique desempacar el bronceador. Como hoy.
Puedes volver por el traje de baño o - siempre hay algo más que hacer- saldar
tu deuda con "Diarios de motocicleta" en el cine. A la salida, con la
canción de Drexler - y algo de melancolía- encima, partes al camarote, preparas
la corbata, vas a la cena, conversas un rato, te saltas el espectáculo de la
noche y haces escala en alguno de los bares. Mientras bajas lentamente un
whisky, repasas algunas historias recolectadas sin demasiado esfuerzo durante
el día (un tripulante chileno en el casino; un barman español que sabe de
piscolas; una bonita mesera peruana que aguarda su primera escala en Callao).
Sales al aire libre. Ves gaviotas, una luna grande y amarillenta, y ya sabes el
final de esta historia: al amanecer estaremos en Arica, y nuevamente la vida
volverá a tener sentido más allá de las barandas.
Olegario: ¿Vamos a ir este año de nuevo?
Radamante-303
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