sábado, 12 de febrero de 2011

En el salón chinoise








NOTA: No he podido resistirme a poner aquí la segunda escena, que se desarrollaba en el salón chino o salón "chonoise". Está también pasada a limpio. Hubo algunas escenas más pasadas a limpio, que tal vez suba, el resto son trabajos en el chat, improvisados y no pasados a limpio. Para que se hagan una idea de cómo se trabajaba en el chat, les haré una simulación en otro texto.

Aquí hay más personajes pero creo recordar que los autores éramos los mismos, los tres mosqueteros más Slictik. Aún no se nos había unido nadie.



EN EL SALÓN CHINO DE TÉ

Los dioses del Parnaso no saben qué hacer para que sus criaturas dejen de dar vueltas a la noria de la vida y descubran el verdadero sentido que tiene su existencia. Por eso se han hecho presentes en el hotel y amparándose en su invisibilidad divina no han parado de poner zancadillas aquí y allá. Se ha espatarrado Brunelli, ha caído Filo, ha tropezado Matilde. La confusión, el caos que se ha organizado no tiene nada de divino y sí mucho de humano. Así son los dioses, se enmascaran en la torpeza humana para ocultar sus perversos designios.

Tras el histerismo de tanto conocimiento imprevisto, nuestras dulces criaturas necesitan un poco de reposo para reponer sus físicos, sus mentes y sus torpes esquemas emocionales. El simpático botones coge de la mano a Olegario y le conduce al salón más próximo que curiosamente es el saloncito rojo, también llamado le chinoise thé room. La peluca de Brunelli resbala por su calva y le tapa los ojos. No puede ver ni un pimiento, aunque maldita la falta que le hace ver pimientos. Tras esta cómica pareja que bien pudiera ser el ciego y su lazarillo de Tormes, llegan Filo y Matildé, que se han cogido de la mano para calmar sus nervios.

Brunelli se ha derrumbado sobre el sofá más próximo. Matildé y Filo se han sentado a una mesa. Están tan nerviosas por el desastre acaecido que el bueno de Irre se sienta con ellas y trata de calmarlas como puede. Llega Agustín con su cafelito cargado de ceniza. Lo deja sobre la mesa y se ofrece a encargar unas infusiones. Brunelli, que se ha quitado el peluquín de los ojos y ya puede ver un pimiento, se apunta y encarga un mate, desconociendo si se trata de una infusión tranquilizante o euforizante. Le apetece y punto.

El simpático botones sale corriendo para llamar al doctor Filidor, su buen amigo, que calmará a las damas en un periquete. Filo siente una necesidad biológica tan urgente que sale corriendo hacia el servicio, el retrete, el WC, el water, el excusado o como se le quiera llamar, todas las expresiones serán eufemísticas. Agustín observa a Brunelli y no puede evitar hacer un comentario:

-Ese hombre, ahí tirado en el sofá, parece un muñeco de trapo. Y estas mujeres tan nerviosas, como si hubieran visto un fantasma.

Matilde que se ha quedado sin la compañía de Filo se traba, toma de nuevo el pastillero y de nuevo se equivoca de pastilla. Incapaz de contenerse se echa a llorar sobre el hombro de Irre. Éste que se derrite ante las lágrimas de la dama, intenta consolarla.

-No llore, bella dama, las cosas no están tan mal como parecen y tenga usted en cuenta que tiene a su lado un caballero dispuesto a cualquier cosa por verla sonreír.

Matilde echa de menos a su amiga.
-Ayyyyyyy, Filo!!!!!. Ya me lo decían las cartas ¡!!

El conserje llega corriendo y feliz de que por fin suceda algo en el hotel que merezca la pena.

-Recuerden que ya he llamado al médico. El doctor Filidor está llegando. Estaba atendiendo un parto en el piso quince. Pero ya viene. Ya viene.

El consejer se dirige a un camarero que en ese momento pasa por allí.
-Pibe, traéle agua helada a la señora...

Olegario ya se encuentra más calmado, con su preciado peluquín a buen recaudo. Ahora puede trabar conocimiento con los presentes. La traba de conocimiento es uno de sus grandes placeres, no en vano gracias a ella logra sus mejores gags. Como caballero que se considera y que es, si alguien no dice lo contrario, saluda a las damas. Se levanta y muy ceremonioso besa la mano de Matilde mientras dice:
-¿Me permitiría besar su mano?. Olegario Brunelli, el humorista number one, a su servicio. ¿No se encontraba aquí también otra bella dama?.

-Lo estaba pero ha tenido que salir corriendo para satisfacer una necesidad que no admite demora.
Matilde vuelve a sentirse muy nerviosa.

-¡No sé lo que me pasa!!!!

Brunelli trata de calmarla con su labia habitual.
-¡Cálmese, querida amiga!. Todo tiene remedio en la vida, menos la muerte.

Llega el doctor Filidor con su vestimenta de petimetre, más propia del siglo pasado, y sus modales exquisitos que calman a las damas a varias leguas.

-Señores, señores, que no puede uno entretenerse ni para traer una nueva vida.
-Ayyyyy Doctooooorrrrrr. Que se me va la miaaaaaaaa.
Matilde se aprieta a Olegario, buscando que su corpachón impida que se le vaya esa vida que se le iba.
Por fin llegan el conserje y el botones con las infusiones y Matilde se apresura a tomarla a sorbitos, como un pajarito nervioso. El doctor comprende que se trata de nervios solamente y decide que una buena conversación es la mejor medicina. Como Olegario no le hace mucho caso, Matilde le llora al doctor.

-Ay, doctor, ay, doctor, qué angustia tan existencial!!!!
-Señora, no se apure. La angutia existencial la padecemos todos los que existimos. Tómese un traguito más de infusión, le sentará bien.
-Ahora que vino el doctor me siento mucho mejor. Y usted es tan amable...
Olegario que está esperando que el doctor acabe su monserga, se dirige a Irre y le estrecha la mano.
-Querido amigo. Olegaro Brunelli para servirles. ¿Es usted humorista?.
-Efectivamente.
Matilde siente un gran sofoco.
Bueno, pero esta es por que otras veces... ¡Mi pastillero!!!
Matilde se suelta del doctor y entra a buscar en el pastillero, haciendo un desparramo, pero afortunadamente toma la píldora blanca.
-Será un placer charlar con usted, querido amigo. ¿Cómo dijo que se llamaba?.
-Irreverente, amigo, pa lo que guste mandar
-¿Quién le puso ese nombre?. Juraría que no pudo ser un preste.

Olegario que sigue la ronda, se dirige ahora a Agustín. Se fija en el café con ceniza mientras le estrecha la mano.
-¿Y usted querido amigo, gusta del café con ceniza?.
-Bueno, la verdad no mucho, pero vió esto del canto me tiene mal, es una vieja receta que decían usaba Gardel para cantar. Cosas de artistas no más.
-Vaya, con que usted es artista. Permítame invitarle al congreso de humoristas que se celebrará, a lo largo de dos semanas, en el salón de actos de este hotel. Y hago extensiva la invitación a todos ustedes.
-Bueno, gracias. Me gustaría participar. Por supuesto con mi Filo querida.
Todos agradecen la invitación de Brunelli.
-Gracias, señor bunell, Brnuel. Bunelli. Consigue articular Matilde.
-Asias amigo, naturalmente, pensaba participar.Contesta Irre.
Olegario se dispone a tomarse el mate con calma y acepta un cigarrillo de Agustín. Irre estira la mano para coger otro sin haber sido invitado. Necesita asesoramiento para el mate que le dan al alimón Irre y Agustin. El botones, viendo que todo está en calma, estira la mano hacia Olegario buscando la propina y éste se la estrecha muy calurosamente, invitándole al congreso también.
Agustín le ofrece un nuevo cigarrillo a Brunelli.
-Oiga amigo, fúmese un negro, hacen bien a la salud.
-Gracias amigo, nada como el humo para que se encienda el humor y disculpe usted la broma.
-Gracias, compadre, realmente me viene bien.
-Que nos disculpe la dama, pero el humo es imprescindible para verlo todo claro en la vida. Ya veo que la señora se ha encaprichado del doctor.
-Fume, compadre, y charlemos.
-Me decía usted que es artista. Cantante de tangos, si no me equivoco.
-Sí, si todavía la fama no ha golpeado mi puerta, pero está ahí no más, es cuestión de esperar ehemmm
-Espere, espere, querido amigo, pero procure hacer lo que pueda.
Interviene Irre que no está mucho por el diálogo.
-Como desee, compadre, aunque esto de la charla no me va mucho, soy más bien hombre de acción. ¿Me entiende?.
-Los empresarios son algo sordos estos dias.
-Le decía que debe esperar la fama pero si puede ser a unos pasos de distancia. En cierta ocasión la fama me golpeó de repente, dejándome la nariz chata, como se puede ver.
-¿Me hablaba Irre?.
-Con que usted es un hombre de acción, amigo Irre.
Agustín se queda mirando la nariz de Brunelli.
-A, mire usted, pensé que era de nacimiento.
-Temo a los hombres de acción, no me permiten ni respirar.
-Efectivamente.
-Donde esté una buena cena y una larga sobremesa, que se quite todo. Les invitaría a cenar conmigo esta noche, pero me siento muy cansado.
-Ahh, bueno, en cambio a mi, me es impresindible como el aire, la inactividad me atrofia. ¿Me entiende?.
-Si me disculpan, voy a tomarme un baño y cenaré solo en mi habitación. Les invito a desayunar mañana.
Estre las manos de ambos.
-Bueno, amigo. Vaya no más. Un busto.
-Encantado de conocerles y atiéndame a esta damita.
-Un gustazo, amigo, vaya tranqui nomás.
Olegario se dirige a Matilde.
-Usted me disculpará, pero mi obesidad me obliga a descansar con frecuencia.
Irre y Agustín se unen a la dama y al doctor Filidor mientras Brunelli desaparece.
-Me debo disculpar con usted, señor(se dirige a Irre). Me desparramé sobre usted, pero la angustia...
-Faltaba más, bella dama, no hay motivo para ello.
Interviene el doctor Filidor.
-Les decía antes que la angustia existencial se calma con el fuego del amor, que todo lo consume. ¿Qué piensan ustedes?.
-¡El doctor sabe tanto de estas cosas!- Dice Matilde arrobada- El amor, el amor!!!! Esa esencia escanciada en primavera!!!!
Agustín interviene, un tanto cínico.
-Si, sobre todo el dinero, se consume con ese cuento del amor.
El doctor Filidor trata de atenuar el cinismo de la expresión.
-Querido amigo. Veo que es usted un romántico incurable. Algún desengaño amoros, sin duda.
-¿Cuento?. No, compadre, el amor es el alimento del alma, del espíritu de la mente, de... Intervine, arrebolado en romanticismo, Irre.
-Vaya, vaya, La discusión se pone interesante. Dice Filidor.
-Sin embargo, cuantos más desengaños, uno aprende. Dígamelo a mi... Matilde parece un tanto triste.
-Puede ser algún que otro, las mujeres no aprecian a un caballero como yo. Continúa Agustín.
-Yo he amado a muchos hombres en mi vida. Pero es que usted no sabe mirar, Agustín- Matilde se pone maternal-.
-Disculpe, señorita, eso en mi barrio se llama de otra forma.
-Las mujeres le harán caso, querido amigo, si usted aprende a tratarlas- Filidor está dispuesto a hablar de su Tractatus.
-Mmmm,¡y le queda todavía lugar para otro?- Interviene Irre que no quiere quedarse atrás.
-¿Disculpe?. Dice Matilde que ha entendido muy bien pero que hace como que no entiende para ver si le hacen entender con más énfasis.
-Yo no sé mirar. ¿Pues a qué se refiere?-pregunta Agustín preocupado.
-Siempre Irre. Mi corazón es flexible y tierno como un capullo- Matilde no puede dejar la ocasión de sacar a relucir su corazón.
-Si me permiten. Mañana les dejaré leer algunas páginas de mi “Tractatus filosóficus estética mulieris”. Dice Filidor pavoneándose de su sapiencia.
-Agustín, quizá tiene el amor delante suyo- insiste Matilde por si acaso.
-Lo que escuchó, bella dama, si todavía abre su corazón a las delicias delromance.
-Les aseguro que allí encontrarán el elixir de la eterna felicidad- continúa Filidor que está ya embalado.
-Este doctorcito ya me está cansando. Que te metes a leer cosas raras Matilde.
-¿Leyó usted el Tratado en griego de El secreto de la genitalidad en la mujer del siglo XIX?. Dice Matilde que ha recuperado su sapiencia de sexóloga.
-El universo explicado...
-No hablés, Agus.Siempre celoso vos. Dice Matilde.
-Señores. Sería un placer invitarlas a cenar esta noche.
-Solo por tener un título ya te dejas impresionar- Interviene Agustín celoso de Filidor.
-Tengo mesa reservada.
-¡Cállate!, que te va a oir (codazo y pisotón de Matilde a Agus).
-Encantadísima.
-Un placer. Contesta Irre que se apuntaría a un bombardero.

Mientras Brunelli degusta una opípara cena en su habitación, Filidor, Agustín e Irre, escoltando a la dama, se dirigen al restaurante.
Continuará.

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